jueves, 26 de marzo de 2009

COMO CONSERVAR LA JUVENTUD




Dorothy Carnagie
Argentina, 1986.


PRESENTACION
Hola amig@s,
Cómo conservar la Juventud
de Dorothy Carnegie, nos da muchísimos tips para ser personas realmente exitosas. Nos descubre también ciertas maneras de ser realmente detestables en las cuales sin querer podemos caer. Uno de mis temas favoritos es aquel de por qué debe a uno quererlo la gente.

Como siempre: Conocerse a uno mismo, amarse y ser uno mismo, parte de la receta. Pero en este libro se trasciende el nivel filosófico para entrar en lo cotidiano que es lo importante. Uno, poco a poco, va asimilando el contenido de este libro y autoubicándose. Depende de nuestra mentalidad donde queremos estar y al llegar a ciertas edades podemos seguir siendo jóvenes o envejecer. Cuestión de decisión.

Que disfruten de este resumen y como siempre: Espero comentarios.

Atentamente,
Periodista, Escritor y Creador de Teatro César Chupina
Embajador Cultural de la Paz



El Primer Paso Hacia La Madurez:
Responsabilidad

El primer paso hacia la madurez consiste en aceptar nuestra responsabilidad, en hacer frente a la vida con la convicción de que ya no somos niños que pateamos una silla cuando tropezamos y caemos. Para los inmaduros hay siempre alguna razón, fuera de ellos mismos, naturalmente, que explica sus defectos y desastres. La persona madura está tan resuelta a vencer cualquier obstáculo que jamás piensa en utilizarlo como excusa por el fracaso. Hay personas que se niegan a apoyarse en la muleta de que se hallan en desventaja. Son personas maduras que aceptan su responsabilidad en un mundo de oscuridad. Si tenemos una pierna en vez de las dos de nuestro vecino, si somos gordos, delgados, bellos, feos, rubios, morenos, tímidos o agresivos; sea lo que fuere lo que nos diferencia de nuestros prójimos ello puedo constituir nuestra ventaja... si queremos que lo sea. Los no maduros están siempre dispuestos a considerar sus diferencias individuales como desventajas y a esperar una consideración especial para sí mismos. La característica de la mente madura es que reconoce las diferencias de uno y luego las acepta o se perfecciona sobre la base de ellas.


Cinco modos de evitar el desastre
Sólo hay un modo de hacer frente al desastre de la pérdida: aceptarla. Bajo la impresión de la primera sacudida de la aflicción parece que todos los relojes del universo se han parado y que el momento de nuestro sufrimiento durará eternamente. Pero debemos seguir adelante para realizar nuestro propósito en el plan de la vida y por alguna razón, a medida que nos obligamos a llevar a cabo actividades cotidianas va disminuyendo el dolor.

La vida no es un paseo alegre de felicidad ininterrumpida, sino una mezcla de luces y sombras, alturas y profundidades, luz solar y tinieblas. La desgracia no pasará por alto porque nos cubramos los ojos con la sábana y nos neguemos a enfrentarla. Es una parte integral de la vida humana y nuestra madurez es inseparable de nuestras actitudes con respecto al desastre. Uno de los errores comunes de la persona inmadura consiste en retirarse del campo de batalla y encerrarse malhumorada en su tienda, como Aquiles, cuando van mal las cosas. Los niños mimados no quieren seguir jugando cuando ven que no pueden ganar; el adulto sentimentalmente maduro sigue jugando aunque se halle en desventaja. No se debe de abandonar el juego hasta que termine.

• Acepta lo inevitable y da al tiempo una oportunidad.
• Procede contra la dificultad.
• Concentra la atención en la ayuda a los demás.
• Utiliza toda la vida que tienes mientras la tienes.
• Cuenta tus bendiciones.

La creencia es la base para la acción
La madurez tiene que ser aprendida y con demasiada frecuencia hay que aprenderla con angustia y trabajo duro. Lo que creemos se pone de manifiesto en lo que hacemos. Sí, son los hechos los que cuentan. Toda la vida altisonante del mundo no nos servirá de nada si no vivimos de acuerdo con ella. Nuestros frutos serán amargos y nuestra vida hipócrita. No es la fe la que traiciona a la gente. Somos nosotros quienes traicionamos a nuestras creencias al no querer actuar de acuerdo con ellas.

Analiza antes de actuar

“Conoce lo que harás y luego hazlo” sería un buen lema para aquellos de nosotros cuya naturaleza es demasiado impulsiva, haciendo hincapié en la primera parte del lema.

“Mira antes de saltar” e investiga antes de invertir” no son frases destinadas a atascarnos en un cenagal de indecisión y vacilaciones. Son advertencias contra el apresuramiento, contra las acciones precipitadas que no se basan en las realidades de un caso dado.


Una palabra maravillosa que cambio una vida
Tomar decisiones y ponerlas en práctica corresponde a la edad adulta. Es cierto que debemos estudiar un problema, que debemos examinar todos sus aspectos, pero llega un momento en que tenemos que tomar medidas concretas para resolverlo. Muchas personas temen la responsabilidad de tomar una decisión, de llevar a cabo un acto. El temor de que los culpen si las cosas salen mal influye en ellas más que la esperanza de buen éxito. En consecuencia evitan las situaciones de responsabilidad siempre que pueden. Y cuando la decisión se hace necesaria se envuelven en una niebla de inquietud, confusión y duda. Los conflictos y tensiones que crea ese aplazamiento de la acción necesaria puede dar, y con frecuencia da, como resultado, trastornos mentales y físicos.

La capacidad para llegar a una decisión y luego obrar de acuerdo con ella es no sólo deseable, sino además un elemento vital de nuestro equipo protector. Aunque para la mayoría de nosotros la vida no se desvía de su cauce habitual, no podemos saber cuándo se puede producir una emergencia súbita. La costumbre de actuar, de pesar rápidamente las posibilidades y elegir la mejor, puede significar algún día la diferencia entre la vida y la muerte para nosotros mismos y quienes dependen de nosotros.

TRES GRANDES REGLAS PARA LA SALUD MENTAL: CONÓCETE A TI MISMO, ÁMATE A TI MISMO Y SÉ TÚ MISMO.
Sólo hay uno como tú

Si, cada vida humana es una aventura única. Y cada ser humano es maravillosamente distinto de todos los demás seres humanos, a pesar de que todos estamos hechos con esencialmente los mismos materiales. Para alcanzar la sabiduría de la madurez es necesario advertir y comprender este hecho. Es el puente de comunicación con nuestros semejantes. Hemos desarrollado una jerga peculiar que refleja nuestro desprecio por el hombre como individuo y lo coloca donde creemos que le corresponde: en una columna estadística o una encuesta “El hombre común”, “la clase media superior”, “la clase media inferior”, “el mercado popular”, “el grupo de menos ingresos”, “el hombre de la calle”, etc. son expresiones que indican nuestra mala gana o nuestra falta de capacidad para considerar a las otras personas como individuos más bien que como miembros sin rostro y anónimos de un grupo. Estamos clasificados hasta no poder más.

¿Cómo podemos hacernos más conscientes de nosotros mismos como personas individuales? ¿Cómo podemos alcanzar un conocimiento de nosotros mismos más maduro? He aquí tres gestiones:

• La primera consiste en llegar a conocernos mediante la soledad y el retiro. De todos modos, unos pocos momentos de soledad cotidiana, no interrumpidos por llamadas telefónicas ni otras exigencias, son necesarias para explorarnos a nosotros mismos, para examinar nuestra vida y nuestras creencias y acciones.
• Un segundo modo de encontrarnos a nosotros mismos consiste en abrirse paso a través de la costra de la costumbre. Nos enterramos vivos bajo capas de hábitos y hastió hasta que solamente la dinamita o un esfuerzo potente puede librarnos.
• El tercer método para descubrirse a sí mismo consiste en averiguar que es lo que nos produce las satisfacciones más profundas en la vida.

La emoción trae a la superficie nuestro verdadero yo; sentirse “más profunda e intensamente activo y vivo” es emoción. Puede ser la emoción de una idea, la emoción de una personalidad o una situación, pero cualquiera que sea la forma que tome, la emoción es un estímulo que nos hace desprendernos del tedio, el hábito y la inhibición y ser nosotros mismos en todo lo que valemos. La emoción o el entusiasmo es el ingrediente esencial del buen éxito.

Para averiguar lo que somos realmente, qué es lo nos hace raros, maravillosos y diferentes de todos los demás, debemos despojarnos de las capas de temor, retraimiento, duda en nosotros mismos, confusión y hábito que se desarrollan y endurecen alrededor y sobre nuestro núcleo interior hasta que quedamos tan ocultos a nuestro propio conocimiento como lo estamos del de todos los demás.

La emoción toma muchas formas. Para algunos el amor es la emoción que los revela a sí mismos. Para otros, la emoción es cierta clase de trabajo, actividad o facultad creadora que les produce picazón. El peligro o la crisis proporcionan también la emoción necesaria para que se revelen otras personalidades. Los desastres públicos, como la guerra, las inundaciones y los terremotos, producen siempre su cuota de héroes, personas que se descubren a sí mismas y sus aptitudes sólo cuando son estimuladas por el desafío de una situación no común.

Hay por lo tanto, tres maneras de que podamos descubrir nuestra distinción peculiar, nuestra individualidad:

1. Cultivando cada día los momentos de soledad.
2. Realizando un esfuerzo para romper la costra de la costumbre.
3. Mediante la emoción y el entusiasmo.

Pocos de nosotros tenemos el valor de estar solos o el propósito claro de averiguar qué es lo que defendemos. Nuestro comportamiento obedece en gran parte al dictado de nuestro grupo social o económico. Nos vestimos, comemos, vivimos y pensamos casi lo mismo que nuestros vecinos.

La crítica excesiva de sí mismo constituye uno de los síntomas que ponen de manifiesto las personas que no se aman a sí mismas. La autocrítica, hasta cierto punto, es saludable, constructiva y necesaria para el progreso, pero cuando se convierte en obsesión nos paraliza. Los complejos de culpabilidad e inferioridad, la preocupación por los errores del pasado y los defectos actuales no son estados de ánimo amables ni deseables. Cuando caemos en esos estados de ánimo no podemos respetarnos ni amarnos a nosotros mismos, como no podemos admirarlos en los demás.

La conformidad: refugio de los asustados
Al joven y al inexperto les aterra ser diferentes, no vestir, actuar, conversar o pensar de la manera aceptable para el a que pertenecen. Cuando sondeamos nuestro camino para seguir adelante en una situación no conocida, sin una experiencia anterior que nos guíe, lo más prudente es ajustarse a las normas generalmente aceptadas, hasta el momento en que la experiencia y la confianza nos den la fuerza necesaria para vivir de acuerdo con nuestras propias convicciones y normas. Solo un tonto se rebela antes de saber contra qué y por qué se rebela.

Llega un momento, sin embargo, en que creamos nuestro sistema de valores propio. Descubrimos, por ejemplo, que la honradez es realmente el mejor sistema, no sólo porque así nos han enseñado otros, sino también porque nuestra experiencia, nuestra observación o nuestra inteligencia nos ha demostrado que el delito no recompensa. Por fortuna para la sociedad, la mayoría estamos de acuerdo con respecto a los principios fundamentales de la vida, pues de otro modo viviríamos en un estado de anarquía perpetua. La búsqueda de la conformidad, como la de la seguridad termina en la esclavitud. El hombre encuentra su verdadera libertad sólo aceptando los desafíos de la vida, lanzándose de cabeza a la lucha, teniendo que bregar para abrirse paso.

En una parte anterior de este libro me he referido a la necesidad de aceptar la responsabilidad personal como el primer requisito de la madurez. La mayoría de edad significa, en todos los sentidos de la palabra, el paso del refugio de la protección paterna a los espacios abiertos de par en par de la edad adulta.

Hay quienes creen que la disidencia consiste en la excentricidad o en alguna manifestación superficial de que uno es “diferente”. A nuestros hijos, según Water B. Barbe, se les enseña a desarrollar rasgos superficiales de la personalidad para ajustarse a un ideal nacional de lo que constituye una buena personalidad: La popularidad, la capacidad para ajustarse a los grupos. El señor Barbe razona que, si de nuestro sistema escolar han de salir los ciudadanos más felices y eficaces, debe haber un lugar para el niño disidente, para el que lee más que jugar al béisbol y al que disfruta con la música más que con el fútbol. Es tiempo para que los hombres y mujeres decidan que pueden ser los mejores especialistas del mundo para ellos mismos, sus familias y sus negocios. Si es difícil conocerse a sí mismo, lo es mucho más ser uno mismo en una sociedad basada en la producción en serie, la educación en cadena, etcétera. Tenemos a clasificar a la gente de acuerdo con el grupo particular al que pertenece.


¿Qué es un fastidioso socialmente?
Si la prevención es la mejor forma de curación, el diagnóstico adecuado de una enfermedad debe preceder el tratamiento. Analicemos, por lo tanto, algunas de las formas más agudas de molestias infligida socialmente. Y si nos encontramos incluidos en alguna de esas categorías, podemos estar bastante seguros de cuál es el motivo de que no nos invitaran a la última reunión social.

1. Hablar interminablemente acerca de los hijos o nietos o de vuestro tema favorito. Una persona molestosa posee el don infernal de hacer que toda conversación, por muy distinto que sea el tema inicial, vaya a parar al que le causa obsesión. En realidad, las personas fastidiosas son muy inmaduras. No se han desarrollado lo suficiente para conocer la primera regla necesaria para hacer amistades: la de tener consideración con los otros.
2. Desviarse en todas las direcciones del tema de la conversación.
3. Tener un rostro inexpresivo.
4. Discutir continuamente acerca del asunto de que se trata, cualquiera que sea.
5. Mostrarse siempre pesimista.

Lo insidioso de estas personas fastidiosas es que no saben que lo son. Como hemos dicho, nadie da la lata a otro deliberadamente. Es horrible pensar que ustedes y yo podemos ser estas personas sin saberlo. Por fortuna hay señales y síntomas que, si los tenemos en cuanta, pueden advertirnos a tiempo que estamos perdiendo a nuestros oyentes.
Ser fastidioso indica pobreza de inteligencia, imaginación y sensibilidad para con los demás, cualidades fundamentales para satisfacer las necesidades de una personalidad sana y obtener de los demás una reacción sana. La persona madura y en desarrollo puede hablar de casi todo sin hacerse fastidiosa, porque todo aquello de que trata se hace significativo. Los mismos temas que con ella adquieren vida y brillo son inanimados y opacos cuando los maneja el torpe.

La mente en maduración: aventura en la vida adulta
La mente es la parte más importante y esencial de nuestro ser. Si la nutrimos y ejercitamos, se desarrolla. Si la sometemos al hambre y la descuidamos, se debilita y atrofia por falta de uso. No basta con exponer la mente a las influencias docentes: hay que utilizarla, hay que hacer que reaccione ante esas influencias. Sólo hay una razón válida para la actividad intelectual: el desarrollo de la mente. Y la mente, como el cuerpo se desarrolla únicamente mediante su ejercicio.

La persona que no amplía sus horizontes, es probable que, se quede sola en el mundo estrecho que se ha construido ella misma. George Gallup, de encuestas de opinión pública y presidente de la Comisión de Nueva Jersey para Becas Rhodes, cree que al presente son demasiadas las personas que dejan de instruirse cuando obtienen un diploma universitario.

Lea lo que quiera, pero cultive la costumbre de la lectura seria. Son pocos los conocimientos o las realizaciones humanas que no estén contenidos en un libro. Mediante los libros nos podemos poner en contacto personal con las inteligencias más grandes que ha habido en cualquier época. Sólo mediante los libros podemos recorrer retrospectivamente los siglos o atisbar el futuro, sin tener en cuenta las restricciones del tiempo y del espacio y vivir en un mundo de tres dimensiones creado por la mente. Aunque la lectura de buenos libros es el ingrediente más importante de mi receta para el mejoramiento de uno mismo, hay otros muchos medios excitantes con los que podemos ampliar nuestros horizontes. Son ejemplos de ello los intereses especiales por la buena música, el arte, el teatro, el servicio social o la política.

TRES GRANDES REGLAS PARA LA SALUD MENTAL:
CONÓCETE A TI MISMO, ÁMATE A TI MISMO Y SÉ TÚ MISMO.
SOLO HAY UNO COMO TÚ. APRENDE A CONOCERTE:


El matrimonio es para las personas maduras
“La felicidad en el matrimonio depende al presente de personalidades psicológicamente maduras que tienen una clara comprensión de sí mismas y su relación con otras personas y que poseen un sentido de la responsabilidad que les hace contribuir con su parte al bienestar y la felicidad de los demás.” El doctor Cotillee añadía que las familias se mantenían unidas mediante la satisfacción que causan valores íntimos como el afecto y el compañerismo, valores que no pueden ser impuestos por la fuerza, pero se los puede desarrollar, cuidar y profundizar.

Cómo llevarse bien con las mujeres después de casarse con ellas
1. Darle muestras de aprecio.

A un hombre le es fácil saber cuál es su posición en este mundo. Si fracasa en su empleo, sus superiores se lo hacen saber enseguida. Cuando realiza una buena tarea, consigue un ascenso, una bonificación o por lo menos un encomio de los jefes de la oficina principal. La joven que trabaja en su hogar no tiene modo de saber cómo se desempeña a menos que se lo diga el hombre que forma parte de su vida. Su aprecio constituye su única recompensa.
2. Sé generoso y considerado.

Por alguna razón, los hombres parecen creer que la generosidad con las mujeres consiste únicamente en pagarles las cuentas sin comentario y quizá en darles de vez en cuando una limosna. Sin embargo, la generosidad a la que da valor una mujer sólo tiene una relación incidental con el dinero. La consideración, la bondad y los buenos modales, como la caridad, comienzan por casa.
3. No te dejes envejecer.

Quizá les sorprenda a los maridos desaliñados, pero deben saber que también a las esposas les atraen la limpieza y la buena presentación. El aspecto no hace al hombre, pero ciertamente completa todo lo que vemos en él. He aquí una lista de las cosas que debe hacer el hombre que desea complacer a las mujeres, incluyendo a su esposa:
a) Cortarse el pelo antes y no después de necesitarlo.
b) No presentarse en plena luz del día sin haberse afeitado, a menos que se dedique a la pesca con los amigos.
c) Parecer, oler y estar siempre limpio.
d) Mantener los zapatos lustrados, los calcetines tirantes y el rostro afable.

4. Comprende el trabajo de la mujer.

Un marido debería tener alguna idea de lo que implica la tarea rutinaria y a veces monótona de manejar una casa, el interminable cocinar, limpiar, lavar, planchar, preparar las comidas y comprar lo comestibles. Además de todo eso, la esposa debe atender las necesidades de los hijos, y realizar tareas extras, como conducir el coche de la familia y cuidar a los suyos cuando están enfermos e idear los entretenimientos hogareños. Con frecuencia trabaja con exceso y cuenta con escaso personal de servicio. Sus únicos incentivos y recompensas son el bienestar y la aprobación de su familia.
5. Ayuda a tu esposa e inspírale confianza.

Cuando se producen las dificultades, un marido que nos hace saber que podemos contar con él es mejor que todos los héroes románticos de novela juntos. Y un marido debe ayudar a su esposa no sólo en las grandes crisis ocasionales, sino también es nos pequeños acontecimientos cotidianos.
6. Comparte los intereses de ella.

El buen éxito en el matrimonio depende en gran parte de la disposición para compartir y cooperar. “Tú “ y “Yo” deben convertirse en “nosotros” siempre que hay que resolver una situación doméstica. Un escritor perspicaz, André Maurois, aconseja a los hombres que desean llevarse bien con las mujeres que muestren interés por lo que tiene importancia para ellas: la manera como se visten, sus esfuerzos para mejorar el hogar, sus análisis minuciosos de sentimientos y caracteres... Cuando tengas tiempo, sal de compras con tu esposa... Dale tu consejo... Interésate por los pequeños incidentes con que está hecha su vida: sus experiencias con los hijos, sus clubes y sus amigas. Si le gusta la música, o la pintura, o los libros, has un esfuerzo para comprender sus gustos. Os sorprenderá cuán pronto os interesáis vosotros mismos por esas cosas.

7. Ama a tu esposa.

Ser amada constituye el triunfo para una mujer. El hogar no es solamente un lugar donde se vive, come, duerme y se cría a los hijos. Es todo eso, y más. Y ese más le da su significado y su valor. Esa cualidad extra se compone de: elementos afectuosos y humanos del amor compartido, la risa, las lágrimas, la alegría y la pena.


Como llevarse bien con los hombres
De las experiencias de las alumnas de este curso se ha deducido una serie de reglas que parecen eficaces Helas aquí:

1. Sé afable y comprensiva.
2. Sé buena compañera:
3. Sé una buena oyente. Escuchar significa, ante todo, prestar atención. Si concentráis vuestra atención en lo que os dicen, ¿quién sabe? Quizá podáis aprender algo. La mayoría de las personas son malos oyentes porque no se han ocupado en ello lo bastante para familiarizarse con las reglas. Todos podemos mejorarnos mediante la práctica. Los buenos oyentes resultan casi siempre buenos conversadores cuando les toca el turno, pues una habilidad fomenta la otra.
4. Sé adaptable. Cuando un hombre se le ocurre una idea, le gusta ponerla en acción enseguida, inmediatamente. La renuencia de las mujeres a aceptar los impulsos masculinos irrita constantemente al sexo más fuerte.
5. Sé eficiente, pero no oficiosa.
6. Sé tú misma. La idea inmatura de que se puede conseguir y retener a un hombre “modificando la personalidad”, alterando el maquillaje, poniéndose un vestido nuevo o cambiando de peinado, la tienen muchas mujeres por lo demás inteligentes.
7. Alégrate de que eres mujer.
Para conseguir una relación importante con algún hombre la mujer debe, ante todo, alegrarse de ser mujer.

El redescubrimiento del amor
El amor es uno de los temas de que más se habla en el mundo y el menos comprendido. Ha inspirado a los artistas desde el comienzo de los tiempos, es la base del matrimonio y la familia, y su pérdida o su falta puede destrozar a una personalidad humana o impedir su desarrollo normal. La mayoría de nosotros tenemos un concepto del amor estrecho y limitado. Pensamos en él exclusivamente en función de la familia o de las relaciones sexuales. La mayor parte de las veces lo confundimos y adulteramos con la posesión, el amor propio, el apaciguamiento y la dependencia.

“Ser capaz de dar y recibir el amor maduro es la prueba más sólida con que contamos de la personalidad plena.”

El verdadero amor no se limita, sino que se extiende. Quizá sea más fácil el amor que fortalece y madura la personalidad si se averigua primeramente qué no es amor. Ante todo, tiene poco que ver con el tipo de aventura galante sobre la base de orquídeas y champaña que vemos con tanta frecuencia en las películas o con la gran pasión por explorar el sexo que sienten los novelistas. El amor no es algo exclusivo de la juventud y la belleza. Muchas personas cuando dicen amo lo que realmente quieren decir es deseo, quiero poseer, me satisfaré, la exploto, física y económicamente; esto es lo que los científicos llaman seudoamor.

Al concepto maduro del amor se refería Jesús, cuando dijo: ama a tu prójimo, como a ti mismo. Es el amor que analizó Platón en El Banquete, el que comienza con una relación personal y se amplía hasta que termina incluyendo a toda la humanidad del universo. El verdadero amor entre personas, no impide el desarrollo, afirma la personalidad de otro y la estimula a crecer y desarrollarse y también no te retiene entre el puño cuando tu pareja es sincera y verdadera en darte su amor. En la madurez sentimental, no hay esclavitud y como cualquier otra fuerza, el amor vive la libertad, la que se prodigan los amantes en complementariedad total. Amar significa dar a alguien lo que necesita por el bien de él(ella) y no por el tuyo. Complacernos en el crecimiento y en el desarrollo de los seres que amamos, afirmar y estimular su individualidad peculiar, respetar su integridad y proporcionarles una atmósfera sentimental de libertad y afecto, son las actitudes que debemos adoptar si hemos de aprender a amar. El amor proporciona el terreno, la atmósfera y el alimento con que pueden desarrollarse los demás.

Los celos constituyen una emoción que se confunden con el amor. En realidad son el resultado de la falta de confianza en nuestras facultades para inspirar afecto, así como el deseo de poseer y esclavizar a otra persona. Se les puede dominar sustituyendo el deseo de poseer por el deseo de dar.

Nuestra capacidad para amar no solo afecta nuestras relaciones familiares íntimas, sino que además determina nuestra capacidad para llevarnos bien con otras personas. Nuestras relaciones con nuestras amistades y con el mundo están determinados por el mal funcionamiento desde la niñez con nuestros padres. La idea de que el amor debe limitarse a los miembros de la familia y los amigos íntimos, es errónea; si tú no tienes amor no puedes dar amor.
Soledad, la gran enfermedad

Son muchas las personas solitarias que no entienden que el amor y la amistad no se nos dan como un regalo en un paquete adornado. Ni el prestigio ni la aceptación se consiguen entregados bandeja de plata. Las personas tienen que hacer un esfuerzo para que las quieran.

La gran enfermedad del siglo XXI es la soledad. A medida que la población crece hasta llegar a inmensidades oceánicas, se ha ido perdiendo en gran parte la inteligencia comunitaria o el concepto de comunidad inteligible. Pero la soledad no es exclusiva de la viuda, de la reina o del soltero, el forastero y el solista del templo rural.

A donde quiera que miremos, si un fruncimiento del ceño no oscurece nuestra visión, veremos montañas de pruebas de amor de nuestro próximo o semejante. Por eso es que la gente importante y de éxito ha llegado a ser de lo más agradable porque cultivan actitudes de gente madura espiritual, moral y éticamente.

Si, el mundo está lleno de gente maravillosa. Es cierto que la humanidad cuenta también con su parte de tramposos, aprovechadores, holgazanes y malvados de todas clases. Es casi imposible caminar por la vida sin encontrar a alguno de ellos. Hace falta un grado de madurez para comprender que, así como una golondrina no hace verano, una manzana podrida ocasional no contamina a toda la raza humana. Sucede con frecuencia que nuestras actitudes y nuestro comportamiento ponen de manifiesto en otras personas rasgos y acciones que nos hacen pesimistas y son causa de que generalicemos diciendo que la gente no es buena.

Por qué debe quererte la gente
Una tontería juvenil típica es desear que la gente lo quiera a uno pero no molestarse en hacerse amables. El mundo no esta obligado a querernos a mí ni a ti, ni a ninguna otra persona. Lo importante, es, no si soy amado, cuanto, si merezco ser amado. (Confucio). Para atraer la amistad y el afecto debemos dejar de preocuparnos de si la gente nos quiere o no nos quiere y concentrarnos en el desarrollo de las actitudes y cualidades fundamentales que inspiran la simpatía y el afecto. La gracia siempre debe preceder a la grandeza. Desde el momento en que la atención de un hombre se vuelve únicamente para servir a los demás, su anhelo lo transforma en más dinámico, enérgico e irresistible.

La amistad y el buen éxito se gana dando y no recibiendo. Hay que conquistarla, no sólo atraerla. Es un estado mental, una actitud con respecto a la vida y a la gente, un deseo de amar, atender y servir a los demás. Para conquistar el amor debemos amar, para conseguir el amor y los amigos, debemos mostrarnos amistosos. Para que los demás se interesen por nosotros, primeramente debemos interesarnos nosotros por ellos. No existe ningún otro sistema que dé resultados permanentes.

Hay por supuesto, otros muchos modos como el corazón educado expresa la actitud interna que conquista amistades. Están la sensibilidad para las necesidades de los demás, la generosidad, el entusiasmo y el tacto. Todos ellos contribuyen a la manifestación exterior de una actitud interna. La amistad debe ser conquistada ciertamente. El amor es la base de todo el desarrollo humano y nuestras relaciones con la gente constituyen una medida de nuestra madurez sentimental. Debemos sentir lo que sienten otras personas, debemos comprender que lo que les daña a ellas nos daña a nosotros. Eso es simpatizar.

¿Qué edad tienes?
No hay motivo para que tú y yo no seamos tan bien parecidos, interesantes y valiosos a los ochenta años –y aún después- como lo somos a los 20, 30 o 40. Otros lo consiguen. Contemplemos en el mundo entero a algunas de las personalidades sobresalientes de nuestra época que son ejemplos vivientes de lo que significa desarrollarse más bien que envejecer. Si eliminamos los temores inútiles y nos concentramos en actitudes que promueven el desarrollo de la mente y del espíritu, podemos mantener nuestras mentes jóvenes y vigorosas aunque nuestros cuerpos se deterioren. Si, los investigadores continúan amontonando pruebas que nos obligan a revisar nuestras ideas anteriores acerca de la vejez como un período de decadencia y de impotencia. En vez de un proceso de disminución de nuestras facultades, puede ofrecernos la renovación de nuestras energías creadoras y un florecimiento de la personalidad con el que no soñábamos en nuestra juventud.

Como vivir para llegar a los cien años a gusto
En 1954 dos médicos, los hermanos Dumbar, Flanders y Francis, dirigieron una investigación, única en los anales de la medicina, era de centenarios (100 años.) Según el informe Dumbar la herencia tiene poco que ver con llegar o no a los 100 años, pero tu personalidad y modo sentimental tiene mucho que ver con ello. Si normalmente gozas de buena salud y haces ejercicio y eres independiente, valeroso, servicial, afectuoso y aficionado a tu trabajo, tienes buena probabilidad de llegar a los 100 años y de disfrutar con ello cuando llegues. El informe de los Dumbar, prueba que nos hacemos viejos cuando dejamos de desarrollarnos. Este proceso de desarrollo continuo determina nuestra madurez. Cuando dejamos de aprender como seres humanos, estamos acabados, viejos, disgustados y listos para la mecedora, sea lo que fuere y dice nuestro certificado de nacimiento. Quienes siguen sanos después de los 60 años, se conservan sanos porque trabajan. Aunque muchos centenarios se han retirado de un empleo, lo sustituyen con otro trabajo. En cuanto a las emociones esos centenarios lejos de ser irritables, excéntricos, mimosos o difíciles de llevarse bien con ellos eran apacibles, joviales y exentos de preocupaciones e hipertensión. Aunque los centenarios diferían con respecto a lo que comían, fumaban y bebían, eran moderados en sus hábitos.

Estas personas son receptivas para los cambios e ideas nuevas. Tienen amigos, puntos de vista flexibles y tolerantes y sentido del humor. Pasan poco tiempo hablando del pasado. Vivamos o no hasta los 100 años podemos cultivar algunas de las actitudes que son una bendición y no una maldición. Aunque la velocidad con que aprendemos disminuye gradualmente después de los 60, la capacidad de la mente permanece intacta. Nuestro cuerpo comienza a envejecer casi tan pronto como empezamos a caminar, pero nuestra potencia mental aumenta hasta los 40 años y sigue aumentado después hasta que llegamos a los 60, aunque en una proporción cada vez menor. Si se les comprende, los años crepusculares de la vida serian los más ricos, el tiempo de la cosecha cuando podemos gozar de los frutos maduros de la experiencia y la mas destilada sabiduría; el tiempo para disfrutar de ciertos aspectos de la vida que la lucha, la ambición y los esfuerzos y tensiones anteriores pueden haber sumergido; el tiempo, en una palabra, de gozar de las recompensas de la madurez.

No dejes que se apodere de ti la mecedora
El trabajo es un principio fundamental de la vida, la salud y la utilidad. Si piensas en una jubilación pasada en una mecedora, piensas en una felicidad ilusoria. Pues la ociosidad es el mayor enemigo del ser humano, un brebaje infernal, que solo produce miseria, decadencia prematura y muerte. El hábito del trabajo demora los cambios debidos a la vejez. El trabajo es una condición necesaria para subsistir. El trabajo no es un castigo, es una recompensa. Sin actividad física el cuerpo y la mente se oxidan como la lata. El sello del dominio del hombre en la tierra, el símbolo de su soberanía, lo que llamamos civilización, es el resultado visible de la necesidad humana de construir, de crear, de trabajar con las manos y el cerebro, la expresión de uno de nuestros instintos más vitales. Hasta las naciones perecen sin él. Considerar nuestros medios de subsistencia como solo una necesidad económica desagradable que hay que soportar hasta que la muerte o la jubilación pongan a fin nuestra vida es privarnos de una de las grandes satisfacciones de ser un animal humano.

Lo que contribuye a la elevación y el bien de la humanidad merece la pena aunque no parezca romántico ni novelesco. Lo verdaderamente desagradable para el trabajador actual, se deriva no solo del maquinismo y el trabajo rutinario en cadena, sino también del disgusto por el trabajo mismo y de un concepto falso de la tarea diaria como algo que carece de toda misión en relación con Dios y con la humanidad. En otras palabras, nuestra actitud interna con respecto a nuestras tareas determina en gran parte que las encontremos deprimentes o satisfactorias para nuestra alma.

La capacidad, el talento y la buena voluntad para trabajar no terminan bruscamente a los 65 años de edad. La mayoría de las personas desea seguir trabajando mientras se lo permitan sus aptitudes y no jubilarse, solo porque un proyectista de pensiones dice que hay que hacerlo. La jubilación obligatoria causa un grave daño a la industria porque pone a un lado a muchos de los mejores hombres y suprime el incentivo de los empleados para realizar un buen trabajo durante sus últimos años.

El tribunal Supremo
¿Son menos reales las leyes espirituales que las de la física en el universo? ¿Cómo sabemos que existen? Sencillamente porque han sido probadas en el gran laboratorio de la experiencia humana durante siglos. En el campo del espíritu debemos crecer, entrenarnos, aprender y desarrollarnos lo mismo que en las otras zonas de nuestra vida. Debemos madurar en la comprensión de esas leyes del espíritu si hemos de beneficiarnos con ellas. Las personas que han aprendido a confiar en Dios en una época temprana de su vida son dichosas. Pero, es mejor tarde que nunca. A muchos sus ocupaciones diarias, una sensación de superioridad intelectual o la idea de que la religión es solo superstición les impide recibir la ayuda espiritual. Para esas personas Dios es en verdad el Tribunal Supremo al que solo se apela cuando fallan todos los recursos humanos.

El Alimento del Espíritu
Todo ser humano tiene derecho a que se le conceda la dignidad que corresponde a un miembro de la raza humana. Nos interesa a los demás porque es humano. Cuando ya no sentimos interés por una persona porque es incurable perdemos nuestra humanidad y no somos mejores que los animales.
Nuestra autoestima y la estima que le damos a los demás la determinan en gran parte, nos demos cuenta o no de ello, nuestro reconocimiento y nuestra comprensión de nuestra relación con una fuerza invisible que forma parte de nosotros y no obstante está por encima y más allá de nosotros. El interés por el bienestar de los demás es la base de la ética y de las religiones como el budismo, islamismo, cristianismo etc. Pero no podemos hacer mucho por los demás, si primero, no lo hacemos por nosotros mismos. Para lograr la salud sentimental, la gente tiene que sobreponerse a la idea de que Dios no constituye una verdadera necesidad y que es cándido buscar a la vida un aspecto espiritual. Según Victor M. Frankl para que nuestra vida tenga un significado, debe asentarse en la fe y la creencia en Dios como una de sus bases. Frankl formuló su idea de la logoterapia (examen y tratamiento psicológico del alma) en los campos de concentración nazi de la segunda guerra mundial. Descubrió que hasta en un campo de concentración la vida puede ser vivida dignamente, porque él estuvo en tres de esos campos como prisionero, incluyendo el Auschwitz y Dachau.
La oración a Dios, es el eslabón mediante el cual adquirimos conciencia de Dios como una fuerza existente en nuestra vida. Es comunicación, dialogo, una corriente que fluye en ambos sentidos, que opera entre nosotros y Dios que es el principio creador de toda vida. Es la llave que abre las puertas del espíritu. La plegaria no es pedir lo que deseamos. Es un descanso del alma en el cual nos hacemos receptivos con buena disposición para aceptar una voluntad superior a la nuestra. Limpia la mente de emociones negativas, haciendo posible que funcionen nuestras facultades positivas.
Las emociones de inquietud, ira, temor, odio, rencor y resentimiento obstruyen nuestros procesos de pensamiento hasta el punto que nuestra inteligencia y el juicio no pueden funcionar. La oración es el agente que barre la basura de modo que la inteligencia funcione libremente. En uno u otro momento, Dios nos dice que no a todos nosotros. Es difícil que un niño comprenda porque sus padres adorados no le conceden todo lo que pide. Las razones pueden ser muy claras para una mente adulta, pero, por carecer de experiencia el niño no las comprende. Parte del desarrollo consiste aceptar la disciplina cuando necesaria, aunque no podamos comprender siempre, por qué la necesitamos. A veces aprendemos mas cuando la respuestas a nuestras plegarias es negativa. Mediante el sufrimiento nos damos cuenta de los verdaderos valores, vemos la vida despojada de todo salvo de sus elementos esenciales, nos hacemos más sensibles a las necesidades de los demás y nos acercamos más a las grandes verdades de la existencia.
Si bien millares de testimonios o anécdotas testimonian la eficacia de la plegaria para ayudarnos cuando lo necesitamos, es un error considerarla como algo que se debe utilizar únicamente cuando no se puede hacer otra cosa, como un giro inspirado por la desesperación. Para obtener de ella el máximo provecho debemos utilizarla diariamente.

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