viernes, 6 de noviembre de 2009

PENSAR BIEN, SENTIRSE BIEN


Walter Risso, 2004

PRESENTACION
Hola amig@s,

Uno de mis compromisos con la divinidad es enseñar y compartir todo lo que he aprendido. No es una locura que mis libros los resuma para mí y para ustedes y los presente como un aporte de Soluna-E. Mi anhelo es que todo lo que me ha servido le sirviera a los demás pero he comprendido que de las principales características de la creación de Dios es la diversidad así que ya no espero que a todos le surta lo que a mi.

“Pensar bien, sentirse bien” es realmente una invitación al cambio de paradigmas.… nos habla de profecías autorrealizadas y estrategias de la mente…Detalla en una de sus parte lo que son y cuales son los malos pensamientos, los que nos hacen daño a quienes los tenemos… En otra, nos da los esquemas saludables.

Y cuando se plantea la interrogante de qué nos hace humanos leemos que “Lo que nos hace humanos no es solamente la genética, sino lo social. Fue el haber estado junto a otros seres de tu misma especie lo que desarrollo tu humanidad actual. La vida humana, entendida como vida autoconsiente, es decir, capaz de reconocer a sí misma en el devenir histórico, no es posible sin la presencia de los demás”.

Cada parte tiene una aplicación práctica que sirve para conocerse uno mejor.

Que lo disfruten. Y como siempre: Espero comentarios.

Atentamente,


Periodista, Escritor y Creador de Teatro César Chupina
Embajador Cultural de la Paz



Pensar bien, sentirse bien

Parte I

LA TESTARUDEZ DE LA MENTE Y LA RESISTENCIA AL CAMBIO

La mente humana es perezosa. Se autoperpetúa a si misma, es llevada de su parecer y con una alta propensión al autoengaño. En cierto sentido, creamos el mundo y nos encerramos en el. Vivimos enfrascados en un diálogo interior interminable donde la realidad externa no siempre tiene entrada.

La mente no es un sistema de procesamiento de la información amigable, predecible y fácilmente controlable, como ocurre con muchos computadores; nuestro aparato psicológico tiene intencionalidad, motivos, emoción y expectativas de todo tipo. La mente es egocéntrica, busca sobrevivir a cualquier costo, incluso si el precio es mantenerse en la más absurda irracionalidad.

¿Por qué en determinadas situaciones continuamos defendiendo actitudes negativas y autodestructivas pesar de la evidencia en contra? ¿Por qué permanecemos atados a la irracionalidad pudiendo salirnos de ella?

La mayoría de las personas mostramos una alta resistencia al cambio. Preferimos lo conocido a lo desconocido, puesto que lo nuevo suele generar incomodidad y estrés. Cambiar implica pasar de un estado a otro, lo cual hace que inevitablemente el sistema se desorganice para volver a organizarse luego asumiendo otra estructura.

La novedad produce dos emociones encontradas: miedo y curiosidad. Mientras el miedo a lo desconocido actúa como un freno, la curiosidad obra como un incentivo que nos lleva a explorar el mundo y a asombrarnos. Aceptar la posibilidad de renovarse implica que la curiosidad como fuerza positiva se imponga a la parálisis que genera el temor.

Podemos llevar a cabo la ruptura con lo que nos ata de dos maneras: (a) lentamente, en el sentido de desapegarse, despegarse, o (b) de manera rápida, lo cual implica “aceptar lo peor que podría ocurrir” de una vez por todas, en el sentido de soltarse, saltar al vacío, jugársela sin anestesia.

Le hacemos demasiado caso a las creencias que nos han inculcado de pequeños.

Las situaciones límite siempre nos confrontan y si somos capaces de aprovecharlas, podemos revisar nuestra mente a fondo. Las situaciones límite pueden hundirse o sacarte a flote, conformar un síndrome de estrés postraumático o formatear el disco duro. Las creencias más profundas se tambalean cuando nuestras señales de seguridad desaparecen, y allí el cambio es inevitable.

La conclusión parece obvia: nos convencemos de lo que somos, asumimos el papel que el medio nos asigna como si fuéramos ratones de laboratorio.
¿Y si no hubiera situaciones límite que nos precipiten al cambio? ¿Si nuestra vida se quedara anclada a la rutina y a la resignación de sufrir por sufrir? Sencillo y complejo a la vez: debemos crear nosotros mismo las condiciones límite. Hay que crear la capacidad de pensarse y reprensarse a la luz de nuevas ideas. Los procedimientos psicológicos más eficientes para que el cambio se genere consisten en llevar al paciente, de manera adecuada y responsable, a enfrentar lo temido, lo desconocido o lo inseguro. Es allí, durante la exposición en vivo y en directo, que la realidad se encarga de actualizar nuestro software, de durarnos, de ponernos en el camino de la racionalidad y enderezar la distorsión.

Una vez instaladas las creencias, defendemos por igual las saludables y las no saludables, las racionales y las irracionales, las correctas y las erróneas, aun cuando nuestro lado consciente piense lo contrario.

¿Por qué no somos capaces de descartar lo inútil, lo absurdo o lo peligroso de una vez?
Si vemos un principio no necesitamos hacer cursos de Precipicio I, Precipicio II y Precipicio III para concientizarnos del riesgo. El hecho se impone, la percepción directa es suficiente: vemos el peligro y no dudamos en retirarnos, “entendimos”, y punto. ¿Por qué entonces en la vida cotidiana caemos tantas veces por el precipicio? ¿Por qué repetimos los mismos errores? ¿Por qué nos cuesta tanto asumir una actitud racional frente a los problemas? ¿Somos masoquistas, ignorantes o testarudos?

Una experiencia vital vale más que mil palabras (o muchas horas de consulta). La información que llega de la experiencia directa es mucho más terapéutica que la teoría, aunque las dos son necesarias.

El camino es aquietar la mente e inducirla a que se mire a sí misma de manera relista. Una mente madura, equilibrada y que aprenda a perder. Una mente humilde, pero no atontada. Una mente abierta al mundo, vigorosa y con los pies en la tierra.
Al menos tres aspectos influyen para que la mente se cierre sobre sí misma y viva en el autoengaño: (a) la economía mental o cognitiva, (b) las profecías autorrealizadas y (c) las estrategias evitativas y compensatorias.

Economía cognoscitiva o la ley del mínimo esfuerzo
La mente humana es supremamente conservadora. El principio que maneja nuestro aparato psicológico es impactante: Cuando la información que llega al organismo no coincide con las creencias que tenemos almacenadas en la memoria, resolvemos el conflicto a favor de las creencias o esquemas ya instalados, es decir, nos hacemos trampa.

La mente humana autoperpetúa constantemente la información que tiene almacenada.

Lo que coincide con nuestras expectativas lo dejamos pasar y lo recibimos con beneplácito, lo que es incongruente con nuestras creencias o estereotipos lo ignoramos, lo consideramos “sospechoso” o simplemente lo alteramos para que concuerde con nuestras ideas preconcebidas.

La economía mental parte del siguiente principio: es menos gasto para el sistema conservador los esquemas que tenemos almacenados que cambiarlos.

De lo anterior queda claro que el cambio real implica modificar muchos factores asociados a las creencias y que esa modificación supone un costo que no siempre estamos dispuestos a asumir.

La economía mental, la que nos mantiene atados a los viejos hábitos, depende de una serie de mecanismos erróneos llamados sesgos. Con fines didácticos, me referiré solamente a los tres más importantes: sesgos atencionales, sesgos de memoria y sesgos preceptúales. Es importante aclarar que aunque los abordaré por separado, en la práctica, todos operan conjuntamente.

Sesgos atencionales
Cuando prestamos atención, no lo hacemos de manera objetiva y desprevenida. Por ejemplo:
Si una persona tienen un esquema de incompetencia (“No soy capaz”) su atención estará más orientada a detectar fallas que aciertos personales.
Si alguien ha creado un esquema de abandono (“la gente que amo tarde que temprano me abandonará”), la mente estará más atenta a destacar señales de rechazo que indicadores de afecto positivo.
Un esquema de grandiosidad (narcisismo) hará que la persona esté más atenta a los elogios que alas críticas.

La atención debe ser balanceada. Ver todo: lo bueno y lo malo. NO podemos fraccionar la vida como si se tratara de una cuestión de compra y venta. Ver todo, estar en contacto pleno con la realidad. Tomar conciencia de los esquemas que dirigen nuestra atención completar la observación con lo que nos quedó por fuera.

Prestar atención a la atención, vigilar al observador para hacerlo más objetivo y honesto. La atención sesgada perpetúa las teorías negativas que tenemos de nosotros mismos, el mundo y el futuro y crea condiciones irreales de confirmación. La mejor manera de poner a tambalear un esquema negativo y comenzar a desprenderse de él, es concentrar la atención en todos los aspectos de la realidad que nos rodea.

2. Sesgos de memoria
A diferencia de lo que nos sugiere el sentido común, la memoria no permanece inalterable a través de los años. Embellecemos o dramatizamos nuestro pasado y luego tomamos decisiones con base en esos datos alterados.

Recordamos más fácil y mejor aquello que concuerda con nuestros esquemas o creencias almacenadas. Autoengaño por todas partes. Por ejemplo:

Si estoy convencido de que soy torpe, recordaré más fácilmente situaciones de torpeza.
Si creo que no soy digno de amor, recordaré con más frecuencia fracasos afectivos.
Si pienso que un amigo es desleal, es probable que recuerde más sus intrigas (asi se una) que sus actos de compañerismo (así sean muchos).

Además de las creencias, el estado de ánimo también ayuda a sesgar la memoria: la tristeza hace que recuperemos más información depresiva y la ansiedad que recordemos más eventos trágicos o catastróficos. Este fenómeno se denomina aprendizaje dependiente del estado.

Además de los esquemas, nuestros recuerdos también están afectados por el tiempo.

Así que todo lo que recuerdes puede estar sesgado por los esquemas y por el tiempo mismo. Es mejor sospechar de la remembranza. No digo que haya que desarrollar una amnesia protectora, sino que es bueno tomar con pinzas aquellos momentos que confirman tu malestar, tu alteración y tu dolor.

3. Sesgos perceptivos
El proceso de percepción no es pasivo. El ser humano construye en gran parte su mundo interior. Somos activos procesadores de la información, afectamos el ambiente y el ambiente nos afecta.

Los sesgos perceptivos hacen referencia a las interpretaciones irracionales, erróneas o ilógicas que hacemos de los hechos. Son conclusiones equivocadas que sacamos a partir de lo que observamos o recordamos.

Gran parte del tiempo generamos deducciones equivocadas. Es claro que no somos los mejores estadísticos naturales ni los mejores razonadores: un gesto, una mirada, un ademán o un silencio pueden ser mal percibidos si existen creencias rígidas que orienten nuestro pensamiento. El prejuicio es una enfermedad en cualquiera de sus formas y los errores de interpretación su consecuencia obvia.

Los sesgos perceptivos te hacen ver lo que no es. Te obligan a llegar a conclusiones equivocadas donde tú eres el centro de todo. Es verdad que no hay percepción totalmente descontaminada, pero de todas maneras hay que intentar viciarla lo menos posible. La mejor estrategia para combatir el sesgo perceptivo es la verificación consciente, que consiste en revisar las premisas de las cuales partes y examinar el proceso por el cual llegas a ciertos resultados.

Las generalizaciones apresuradas son peligrosas porque siempre hay excepciones a la regla que puedes ignorar. Lo ideales, como verás más adelante, lentificar el proceso perceptivo, observarlo como si se tratará de una película en cámara lenta, estudiarlo paso a paso par no dejar entrar la distorsión.


Las profecías autorrealizadas
La profecía autorrealizada es la mayor expresión del autoengaño. El mecanismo es como sigue: parto de una profecía o anticipación de lago que va ocurrir, después hago todo lo posible para que la profecía se cumpla (casi siempre de manera no consistente) y finalmente concluyo que la profecía se cumplió: “Yo dije que esto iba a pasar”.

La secuencia es totalmente autoconfirmatoria. Damos por sentado lo mismo que queremos demostrar y alteramos los datos para que concuerden con las hipótesis.
Si tienes problemas interpersonales, es probable que estés utilizando algún tipo de profecías autorrealizada. Pregúntate de qué manera puedesestar alimentando la controversia con alguien o hasta dónde eres responsable de que las cosas no funcionen. Primero determina cuál es tu creencia de base, lo que piensas de él o ella, y luego revisa si le has dado una oportunidad limpia a la relación. En ocasiones le ponemos trampas a la gente que no queremos para alimentar la inquina: “Se lo merece”, “Te dije que era una mala persona”.

La mejor manera de pelear contra la profecía autorrealizada es darles una oportunidad a los hechos sin nuestra interferencia. Que la vida decida.

Las estrategias evitativas y compensatorias
La psicología humana se mueve en una contradicción esencial: mientras que de manera consciente queremos dejar de sufrir y eliminar las creencias irracionales responsables de nuestro malestar, de manera no consciente fortalecemos nuestros esquemas negativos evitando cualquier confrontación que los ponga a tambalear.

Hay un sufrimiento inútil, que implica el estancamiento irracional, y un sufrimiento útil, que nos hace a ver las cosas como son, para luego modificarlas.
La conclusión es clara: la conducta de evitación fortalece los esquemas negativos porque impide su confrontación con la realidad. Es una forma indirecta de autoperpetuación, ya que se pierde la oportunidad de “desaprender lo malo”.

Estrategia compensatoria / protectora
Una forma especial de evitación son las estrategias compensatorias, es decir, comportamientos que sirven para reestablecer o equilibrar de alguna manera aquello que no nos gusta de nosotros mismos. Quienes usan estas estrategias pretenden ocultar el problema haciendo alarde de todo lo contrario.

Dependiendo del aprendizaje que hayamos tenido y nuestra historia personal, cada quien genera su propio estilo compensatorio.

La evitación originada en el miedo (existe una evitación basada en la prudencia que sí es recomendable) patrocina la patología, ya que vuelve intocable los esquemas negativos. Les crea un hábitat cómodo para que prosperen y echen raíces. Impide la aplicación del antivirus, los cuida. Lo incomprensible, tal como dije antes, es que el esquema que tanto cuidamos y mantenemos es el que mismo que queremos eliminar. La mejor actitud para vencer la evitación crónica es “aceptar lo pero que pueda ocurrir” y alejarte un poco del principio del placer. Aceptar que el cambio te va a doler, que será incómodo. Ver la verdad de tu vida y establecer una lucha a muerte con aquellas teorías responsables de tu sufrimiento. Tocar fondo a veces es útil para muchas personas, ya que el pensamiento que surge en tales condiciones es liberador.

¿Para qué la mente?
Antes de analizar las posibles alternativas para “pensar bien” y contrarrestar la tendencia de la mente a autoperpetuarse, es importante interrogarse sobre el “por qué” y el “para qué” de la mente. Aunque no hay respuestas definitivas al respecto, con fines ilustrativos me referiré a dos posiciones opuestas evolutiva/científica y la trascendente/espiritual.

La mente como resultado de la evolución
El núcleo de la mente es el yo, el sentido de identidad que exige protección y mimos. No sólo se trata del principio de supervivencia (el yo que se niega a desaparecer) sino del principio del placer (el yo que necesita ser contempado)

Hay acuerdo entre los psicólogos y antropólogos en que la mente moderna evolucionó por la necesidad de resolver los problemas que tuvieron que enfrentar nuestros antepasados recolectores y cazadores. Somos la especie con menos recursos físicos par ala supervivencia y fue gracias al desarrollo de la inteligencia humana que pudimos sobrevivir.

La mente es difícil de satisfacer porque exige demasiado, porque vive atrapada en un mundo virtual de manera obsesiva la ilusión de que ella es eterna e indestructible. ¿Qué hacer entonces? Liberarse y liberar a la mente. Obligarla a que se observe a sí misma en toda su crudeza: que vea lo absurdo, lo inútil y/o lo peligroso de su manera de proceder. Autobservación constante y sistemática.

La mente como manifestación de lo trascendente
Gran parte de la tradición espiritual antigua sostiene que la mente no sólo nos ha servido para sobrevivir, sino que además cumple un papel trascendente en tanto nos pone en un plano espiritual.

Aquellas tradiciones filosófico-espirituales que afirman que formamos parte d euna mente o inteligencia universal: Tao, para Lao- Tse y Chiang-Tzu, Logos, para Heráclito; el Todo, para la sabiduría Hermética, Brama, para la tradición hinduista. Según la sabiduría perenne, Todo está vivo, es Mente. Somos la expresión espontánea de la Vida.

No importa qué creas o qué religión profeses, la herramienta principal para desarrollar tu potencial humano es la mente. Los meditadores budistas saben bien de lo que hablo. A veces les pregunto a mis pacientes: ¿Para qué está usted viva o vivo? Tantos siglos de evolución, ¿para qué? ¿Para vender salchichas, zapatos o automóviles, trabajar doce horas diarias y después dormir?

Ver lo que es
La mente debe liberarse de sus ataduras. Una mente sin autoengaño es más lúcida y penetrante y permite ve las “cosas como son”.

La salud mental implica balancear ambos aspectos: mis ideas (el mundo sujetivo) y los hechos (el mundo objetivo). Empezamos a funcionar mal cuando la mente empieza a desligar sus creencias y opiniones del mundo real y palpable. Este desbalance enferma.

La realidad es curativa per se, si somos capaces de dejar que la experiencia penetre hasta la base de datos sin excusas: eso atestiguan las técnicas de exposición (en los que se lleva al paciente a que se enfrente directamente con los hechos), la autobservación (el sujeto se mira a sí mismo de manera equilibrada y objetiva) y la meditación.

Si la mente se autoengaño, es muy difícil que tu potencial humano se manifieste.

Los que ha han transitado el sendero de la sabiduría pueden darnos algunas indicaciones valiosas para iniciar nuestro propio camino, pero sólo son sugerencias. El camino del recto entendimiento, tal como sostenía Buda, sólo se logra “sin enciendes tu propia lámpara”. En sus palabras: “Los grandes señalan la ruta pero uno debe seguirla por sí mismo”.




Parte II

MALOS PENSAMIENTOS

Los pensamientos son las conclusiones a las que llegas después de analizar y procesar los datos. Si estas deducciones son inexactas, distorsionadas o equivocadas, es probable que tu salud mental se afecte negativamente. Aunque no es el único factor que influye en el malestar psicológico, no cabe duda que el pensamiento negativo y/o irracional dispara un sin número de emociones perturbadoras y destructivas.

Pesimismo crónico
A las personas pesimistas las envuelve un halo amargura. El paquete desesperanzador está constituido por una serie de sesgos y actitudes cercanas a la depresión.
Como resulta obvio, la aplicación de este estilo hace que la vida pierda su encanto.

Una variación del pesimismo es la anticipación catastrófica, que consiste en adelantarse negativamente al futuro y esperara siempre lo peor.
Aunque el pesimismo se asocia más a la depresión y la anticipación catastrófica a la ansiedad, ambos muestran el mismo estilo subyacente: Concentrarse más en lo malo, que en lo bueno. Pesimismo y estrés suelen ir de la mano.

Pensamiento dicotómico o de extremos
Si bien debemos reconocer que no siempre los extremos son malos y que incluso en ocasiones son útiles e imprescindibles, la tendencia utilizar un pensamiento del “todo o nada” genera muchos problemas, Ver el mundo en blanco y negro nos aleja de la moderación y de la paz interior porque la vida, por donde se mire, está compuesta de matices.

El pensamiento dicotómico promueve un estilo cognitivo orientado a la crítica destructiva y al perfeccionismo salvaje. Si sólo existe lo “bueno y malo”, entonces no tengo otra opción: soy bueno o soy malo.

Las palabras “nunca”, “siempre”, “todo” o “nada” son peligrosas porque no dejan opciones. Si la mente se acostumbra a fluctuar de un extremo al otro, la ansiedad y la depresión serán inevitables.


La excepción a la regla
Tal como anunciaba Aristóteles, que el valor es un punto medio entre el exceso y el defecto, y así es, pero el justo medio nunca es estático, no está predeterminado: necesitamos la reflexión, lo condicional, la ética más que la moral. El camino del medio requiere también de los afectos, del caso único, de las diferencias individuales. Lo que define la virtud no es la perfección del rasgo, sino el equilibrio dinámico y sutil entre los extremos del continuo.

Los valores sin sus respectivas excepciones terminan por convertirse en cargas morales insoportables, lugares oscuros donde la conciencia se esconde de sí misma. Una profesora de bachillerato me dijo en cierta ocasión: “Yo sé que si evito mencionar las excepciones a las reglas y los dilemas morales en mis clases estoy educando personas rígidas y extremistas, pero prefiero no correr el riesgo de que los jóvenes vean en la excepción una justificación a sus conductas transgresoras”.

Pero hay otra opción, siempre la hay, afortunadamente: flexibilizar la norma a medida que el niño crece. Contar las cosas poco a poco, a su debido tiempo, pero contarlas. Aumentar la complejidad de la información a medida que el cerebro va desarrollándose y no considerar a los jóvenes como psicópatas en potencia. En otras palabras, ir en busca de la cordura, lejos del dogma.

Busca cuidadosamente las excepciones, flexibiliza el concepto, vuélvelo relativo. Las palabras “nada”, “todo”,”nunca”,”siempre”,”indudablemente”,”definitivamente”, cuando se aplican de manera indiscriminada, alientan el pensamiento dicotómico. Si no ve los matices y niegas los puntos medios, sufrirás mucho.

Personalización
Es la mala costumbre atribuirse la responsabilidad ante determinados eventos externos, sin tener en cuenta otras explicaciones posibles.

Los humanos podemos adoptar dos posiciones frente al control que creemos tener sobre los hechos.

A. Punto de control interno: “Todo depende de mi”. Esta posición, si se ejecuta de forma moderada y racional, es saludable porque hace que las personas se hagan cargo de sí mismas y decidan luchar por lo que quieren. Si se hace extrema y absolutista, empezarán a atribuirse la responsabilidad directa de eventos en los que nada tienen que ver (culpa). Sentir que uno está guiando su propia vida genera seguridad e incrementa la autoestima, pero empecinarse en ello más allá de lo razonable no deja de ser un acto de arrogancia e irracionalidad. Precisamente, la personalización es una distorsión mental que consiste en adoptar una posición centralista: “Todo depende de mí” o “Todo se dirige a mí”. Si el punto de control interno es total e irrevocable, el estrés y la ansiedad harán su aparición.

B. Punto de control externo: Llámese Dios, destino, suerte o astrología, la idea es que no soy responsable de lo que me ocurre y por lo tanto no tiene sentido que intente cambiar las cosas.

El punto de control externo elimina de cuajo la autoestima porque nos cosifica, nos niega la posibilidad de escribir nuestra propia historia, nos quita fuerza.

Pensamiento repetitivo o rumiador
Decimos que una persona es rumiadora mental cuando piensa de manera r reiterada y o obsesiva la misma cuestión. Por lo general el pensamiento repetitivo se localiza de manera obstinada en lo porqué, los cómo y los qué de una emoción o un aplacamiento al malestar. Aunque a veces la rumiación pueda mostrar un consuelo aparente, las investigaciones muestran que en la mayoría de los casos el alivio esperado no se alcanza. Más aun, el pensamiento reiterativo puede llegar a enfermar a la persona porque actúa como un círculo vicioso que recicla la preocupación (ansiedad) y alimenta el esquema negativo.

Cuando estamos ante un problema que parece irresoluble, la mente puede optar por la estrategia compulsiva de volver una y otra vez sobre lo mismo, machacar, revisar y desmenuzar la información con la esperanza de que esta actividad analítica produzca un efecto benéfico.

Hay circunstancias en las que el sistema se sobrecarga y pensar sesudamente se devuelve como un bumerán. En esos momentos, la solución al problema suele llegar por otros caminos, no tan racionales. Es el fenómeno del “aja” o del “¡Eureka!”, del bombillo que se prende como por arte de magia y todo empieza a encajar.

El proceso creativo necesita de un período de descanso conocido como incubación. Hay que crear las condiciones para que el aparato mental pueda dar sus frutos. Ningún científico o artista logaría nada significativo si se dejaría llevar por la premura de un pensamiento rumiador. Aclimatar y serenar la mente, alejarla de la cavilación, ponerla a hacer otra cosa. La mente desprevenida es la que prefieren las musas.

No te empecines. La obsesión sólo sirve para consumir tus facultades. El pensamiento es útil si lo ubicas en su sitio, si no exageras su uso. En el fondo, el pensamiento reiterativo no es otra cosa que la manifestación de la impaciencia. No pensar y dejar la mente en blanco es muy difícil, porque cuanto más intentamos desechar un pensamiento, más se fortalece.

Volvemos al principio: ver las cosas como son. Pragmatismo puro: rumiar enferma, no genera soluciones significativas, te cuestiona innecesariamente y se convierte en una pesadilla para la gente que te rodea. Me pregunto ¿no son suficientes motivos para hacerla a un lado?

¿La parte o el conjunto?: dos estilos de pensamiento inconcluso
Analizaré dos formas de pensamiento inconcluso que pueden considerarse corolarios del pensamiento dicotómico:

a. Cuando se tiene en cuenta sólo una parte del todo y se sacrifica el conjunto (racionalista/detallista).
Cuando se considera solamente le conjunto y se descarta la parte (emocionales/holisticos).

Obviamente, cualquiera de estos modos llevará a conclusiones incompletas y erróneas que afectarán el comportamiento.

1. Racionalistas/detallistas
Estas personas, por ve el árbol no ven el bosque, se quedan en los detalles, son minuciosas, ultraracionales y excluyen la experiencias subjetiva (sentimientos/afecto/emoción). Al que darse pegados a los pormenores y eliminar la percepción del conjunto llegan a resultados parciales y fragmentados. La mente que utiliza esta “visión en túnel” inevitablemente termina por distorsionar la información.

La sobregeneralización consiste en llegar a una conclusión general partiendo de uno o más incidentes aislados. La anécdota, el caso particular, se convierte en criterio para tomar decisiones.

Una de las características más importantes de este estilo es la exclusión de la subjetividad y de la emoción.

La emoción también debe ser considerada como un tipo de información que el sistema requiere para funcionar adecuadamente. La emoción le da orientación y motivación al comportamiento, imprime energía y nos ayuda a comunicarnos, entre otras muchas funciones.

El pensamiento racional no debe confundirse con la “racionalización”. Pensar racionalmente es eliminar el pensamiento supersticioso de nuestra vida.
En cambio la “racionalización” es un mecanismo de defensa o una estrategia compensatoria cuya misión es minimizar los estados emocionales o evitarlos. Pensar bien no es excluir la emoción sino integrarla cuando debe hacerse y en dosis adecuadas. Hay veces en que debemos ser muy emocionales y otras, bastante racionales.

2. Emocionales/holísticos
Esta manera de procesar la información es opuesta a la anterior: por ver el bosque no ven el árbol. Son personas que sacrifican los detalles por la totalidad, se quedan en lo global y le creen más a las emociones que a la lógica.

El sentimentalismo descontrolado imprime una cualidad impresionista, romantizada y dramatizada al pensamiento, lo cual genera un distanciamiento con la realidad.
Creerle ciegamente a la intuición puede resultar peligroso. No niego que haya momentos en que la magia pueda ser divertida y hasta relajante, pero hacer de ello una forma de vida nos arrastra a la credulidad y al pensamiento mágico.

El pensamiento emocional se presenta cuando un individuo considera sus sentimientos y/o emociones como una evidencia de la realidad.

Ni razón pura ni emoción pura, más bien la integración. No puedo comprender lo particular sin el conjunto que le contiene y no puedo comprender el conjunto sin tner en cuenta sus componentes.

No te dejes obsesionar por la lógica y los detalles ni le creas ciegamente a los sentimientos. Ambos, razón y emoción, deben estar juntos para asegurar que tu pensamiento sea adaptativo.

Cada vez que tengas que tomar una decisión lleva el calibrador mental al extremo racional y quédate allí un rato analizando “fríamente” la cuestión. Luego deslízate hacia el polo opuesto de la emoción y concéntrate en “sentir”. Realiza este juego (punto y contrapunto) varias veces. Expón las razones lógicas (que te dicta la mente) y las razones emocionales (que te dicta el corazón). Hazlas explícitas y en lo posible intenta integrarlas. Mi experiencia es que las razones lógicas pesan más que las emocionales y nos llevan a cometer menos errores, pero si se combinan con las del afecto puedes matizar tu decisión y hacerla más humana y acorde con tus necesidades.





Parte III

ESQUEMAS SALUDABLES
Reflexiones sobre el arte del buen vivir

Como vimos en las dos partes anteriores no somos buenos procesadores de la información porque nuestras facultades mentales son limitadas. No obstante la mente humana puede adquirir una capacidad de vuelo sorprendente, tal como atestiguan las más antiguas tradiciones filosóficas y espirituales.

Quizás debamos ir hacia atrás en vez de ir hacia delante y rescatar aquel saber ancestral que reposa silencioso en cada uno de nosotros: disposición práctica de la hablaba Aristóteles. La capacidad de saber elegir lo que es bueno para el hombre en general y lo que es bueno para uno. Es la actitud del hombre verdad al que hacía referencia Chuang-Tzu, 300 años a.C.

En este apartado me referiré a esquemas (creencias, estilos de vida) motivacionales, protectores y generadores de inmunidad mental, en los que la psicología se encuentra con la filosofía.

Ser más que tener: la austeridad interior
Aunque algunos no lo compartan, para mí es evidente que las personas no valen por lo que tienen sino por lo que son.

Según Fromm, el modo del ser se diferencia del modo de tener en que el primero nos hace crecer porque está a favor de la vida y la vivacidad, mientras que el segundo está al servicio del egocentrismo, del Narciso que llevamos dentro, de la esterilidad, del yo acaparador, de la población y la codicia.

Cuando estamos en el modo del ser, no competimos, no necesitamos mostrar ningún récord ni pavonearnos con nada; hay alegría esencial, hay una forma de satisfacción que se basta a sí misma: somos auténticos. Aceptarse incondicionalmente y poder decir “¡Soy como soy!” nos ubica en el mismo centro de nuestro ser, hacemos contacto con la singularidad que nos determina sin exaltar el ego. En el estado del ser, el potencial se desliza hacia arriba sin tanto esfuerzo.

Si estoy dispuesto a renunciar a lo que me pertenece en cualquier momento, si no me igualo egoístamente con mis posesiones, entonces el tener no se contradice con el ser.

La filosofía del tener promueve una actitud mercantilista en todas las áreas. ¿Cuál es la opción? No codiciar en lo absoluto. Lo que define el desapego no es tanto el ascetismo como la disposición activa a renunciar a “cualquier cosa” si hiciera falta.
No se trata de tener conocimiento acumulado, sino de conocer como proceso. Pensar es mejor que tener pensamientos. Todas las tradiciones espirituales coinciden en que el hombre debe desocuparse del conocimiento para descubrir la verdad, lo otro, lo innombrable, lo intemporal, Dios, o como quieran llamarlo. No significa ser ignorante sino estar dispuesto a descartar cualquier idea o creencia si debiera hacerse. La famosa máxima socrática, dicha hasta el cansancio: “Solo sé que nada sé”, no es otra cosa que la toma de conciencia de que ningún conocimiento humano es capaz de producir certeza y garantizar la felicidad total.
No tener nada: en el sentido de estar libre de las cosas y disminuir las necesidades que tenemos. Es en situaciones límite, como en el caso de una enfermedad grave, un exilio forzoso, una guerra, la pérdida de un ser querido o una quiebra económica, cuando realmente caemos en cuenta de que muchas de las cosas que defendíamos a capa y espada “de nada sirven en la vida”. La idea, obviamente, no es hacer un culto a la pobreza exterior, a la hambruna o justificar la explotación. Más bien se trata de no encadenarse a nada material, entendiendo que lo que somos nada tiene que ver con lo que tenemos.

Vivir bien es un placer y sería estúpido renunciar a ello, pero si la autoestima comienza a ser proporcional al tamaño de la chequera la cosa se complica. Somos muy parecidos entre nosotros, así les duela a los que se creen “especiales” y “distintos”. Existe una identidad universal que nos unifica por lo bajo y que se hace evidente en la adversidad, cuando el estatus se viene a pique y la soberbia no encuentra dónde echar raíces.

Sabiduría más que erudición
Erudición: “Vasto conocimiento de los documentos relativos a una ciencia”.
Sabiduría: “Prudencia en la vida y los negocios”.

El ideal antiguo de la sabiduría estaba determinado por un fusión entre teoría y práctica. La erudición como la línea dura del conocimiento y la sabiduría como un conocimiento más amplio y vital: tratar de alcanzar la vida feliz a través de la razón o la prudencia. Pensar bien, sentirse bien.
Muchos hombres de ciencia son totalmente incapaces de resolver las dificultades más elementales del quehacer cotidiano, como si la investigación científica fuera discordante con el buen desempeño social o interpersonal.

Si alguien duda puede preguntarse con toda honestidad qué tanto han contribuido a su calidad de vida la tangente hiperbólica, las integrales de números imaginarios, la fecha de nacimiento de Napoleón, el día de la invasión a Normandía, la teoría cuántica, la geometría descriptiva, la ley Hooke, las interminable y complejas fórmulas químicas o la clasificación de los pares craneales. La felicidad parece que recorre otros caminos, si es que existe.
No niego que los conocimientos técnicos puedan beneficiarnos de manera directa o indirecta, lo que sostengo es que el arte del buen vivir requiere de aptitudes y destrezas que poco tienen que ver con la típica ilustración de doctos y letrados.

La experiencia demuestra que cuanto más se acerca la gente a la sabiduría, más se aleja de la erudición, o la necesita menos. La sabiduría es un conocimiento más vasto, más fundamental: se trata de cómo vivir mejor, estando bien con uno mismo y con los demás. No tiene pretensiones académicas, no busca portadas ni aplausos, sólo tranquilidad.

En la juventud estudiamos la sabiduría, decía Rousseau, y en la vejez la aplicamos. Las causas, el tiempo, los golpes, la lucha por la supervivencia, lo que nos ocurre de verdad. Habitar lo real, existir en el contexto, ésa es la fuente del saber que llamamos sabiduría.
El conocimiento te instruye, la sabiduría te transforma.
Si la experiencia te sacude y te lleva a revisar tus paradigmas y a cuestionarte desde lo más profundo, ese conocimiento es transformador; entonces ya no eres el mismo. Lo contrario es estancarte.
¿Hay recetas para alcanzar la sabiduría? No creo. Pero la mejor manera de acercarse un poco a ella es por la negativa. El sabio no se apresura, no habla demasiado ni es enredado al decir las cosas, no anula el sentimiento, no es indiferente a la vida y no se las sabe todas.

Más allá de las diferencias individuales, lo que sí parece evidente es la existencia de una sabiduría perenne, imperecedera y asombrosamente coherente a lo largo del tiempo.

Anatema a los expertos, que son demasiado expertos

El otro como sujeto: ética más que moral

Como ya vimos, el egocentrismo es la actitud por la cual descarto de cuajo cualquier punto de vista distinto al mío. Cuando tenemos el narcisismo agudizado, nos sorprendemos de que la gente no esté de acuerdo con lo que pensamos.

Aceptar al otro como un “sujeto válido” es mirarlo como “un fin en sí mismo”, como alguien que merece respeto y tiene derechos, así no estemos de acuerdo.

Respetar es tomar al otro en serio, y tomarlo en serio es aceptar que tiene algo para decir que vale la pena escuchar.

Humberto Eco afirmaba que la ética comienza cuando los demás entran en escena, es decir, cuando nos vemos “obligados” a defender y fundamentar las propias decisiones bajo la mirada ajena. Entonces ser ético es descentrarse y ponerse en los zapatos del otro.

Si lo vemos en detalle, ubicarse en el punto de vista ajeno requiere de un proceso mental bastante complejo. El procedimiento ético requiere al menos de los siguientes pasos: (a) descentrarse (humildad), (b) adoptar momentáneamente la posición del interlocutor (juego de roles), (c) identificar con claridad su opinión (explorar sin prejuicio), (d) regresar a la propia creencia con la nueva información y (e) tratar de congeniar los intereses particulares con los de la otra persona.
De lo anterior surgen las siguientes preguntas: ¿realmente realizamos este proceso de descentramiento cuando nos encontramos en una discusión o un alegato? ¿Hasta dónde nos preocupamos seriamente por fundamentar nuestros puntos de vista y hacerlos razonables y razonados? ¿Hasta dónde incluimos al otro como sujeto? Pensemos en las relaciones que establecemos con nuestros amigos, la pareja y los hijos: ¿Realmente nos ponemos en su punto de vista cuando abordamos sus necesidades?

Reconocer al otro como sujeto es asumir la intimidad ajena, es volver añicos la indiferencia social y afectiva y reafirmar la dignidad como derecho no negociable.

¿Y la moral? Ella nos dice cómo debemos comportarnos.
Se refiere más la deber hacer, es la normatividad sin excepciones, es aquello que garantiza la supervivencia de una sociedad que carece del suficiente amor y ‘por lo tanot necesita de las normas de convivencia.

Comte-Spnville lo expresa claramente:

“¿Quieres saber si tal o cual acción es buena o condenable? Pregúntate qué ocurrirá si todos se comportaran como tú”

La moral ordena, la ética aconseja.
Cuando nuestro proceder comienza a transitar los terrenos de la ética, empezamos a sentir cierta paz interior.

1. ¿Qué nos hace humanos?
Lo que nos hace humanos no es solamente la genética, sino lo social. Fue el haber estado junto a otros seres de tu misma especie lo que desarrollo tu humanidad actual. La vida humana, entendida como vida autoconsiente, es decir, capaz de reconocer a sí misma en el devenir histórico, no es posible sin la presencia de los demás.

2. Cómo intentar ser ético
Hay dos opciones básicas para intentar ser una persona ética, y una no es incompatible con la otra.

Razonada
Cuando te encuentres ante un dilema ético, sigue los siguientes pasos:

Intenta seriamente justificar tu comportamiento y dar razones sobre él a la luz de ciertos principios morales o de algún código valorativo personal y/o grupal asumido como tuyo (razonamiento ético).
La defensa de la conducta o su fundamentación no sólo debe incluir tus intereses personales, sino los de las demás personas involucradas, es decir, debes ir más allá de lo que te gusta o disgusta.
Para tener mayor claridad y seguridad, intenta adoptar un punto de vista universal/imaginativo: (a) imagínate en la situación de todos los que han de verse afectados por tu acción/decisión y (b) imagínate cómo sería el mundo si todos actuaran como tu.

Comportarse éticamente es hacerlo de una manera que pueda ser recomendada y justificada, teniendo a los demás como testigos y observadores.

Modelada
Otra forma de resolver los dilemas éticos es recurrir a los modelos más que a los mandatos.

El filósofo Comte-Sponville explica así su estrategia personal para resolver algunos problemas ético-morales.

“Confieso que cuando me pregunto que debo hacer, es decir, cuál es mi deber, no me pregunto por lo que la razón ordena… ni a qué ley absoluta se supone debo someterme… ni si la máxima de mi acción puede ser universal, sino más bien qué haría en la misma situación un individuo que sólo actuara pro amor (Jesucristo), un individuo que sólo actuara por compasión (Buda) o simplemente un individuo sin bajeza ni debilidad (Diógenes, el Cínico). Pongo simultáneamente en funcionamiento estos tres modelos, les aplico mi razón (para escoger los medios más que para fijar los fines) y eso basta, casi siempre, para indicarme claramente lo que debería hacer”.

3. Una clave adicional: ser coherente
Ser coherente internamente es pensar, actuar y sentir para un mismo lado. Los tres niveles de respuesta manifestándoles de manera solidaría y conjunta. Mente y cuerpo unidos, sin dualismos, con muy pocas dudas, para que la armonía no se dispense en contradicciones fundamentales.

Ser coherente no es fácil. La paradoja y el contrasentido es parte esencial del hombre que se construye a sí mismo. “Las contradicciones internas” nos han acompañado siempre, al igual que la lucha por superarlas.

Pero vale la pena aclarar: la coherencia psicológica no significa integridad total y exacta de los componentes, sin la mínima desviación, sin la menor vacilación. La rectitud intachable puede degenerar en psicorigidez, que significa negarse a revisar las propias creencias cuando la realidad nos muestra que estamos equivocados.

Coherencia y flexibilidad, la clave de todo crecimiento personal: Intentar ser consecuente, pero abierto al cambio.

Aprender a perder
No se nos enseña a perder. El mundo es de los ganadores, de los que nunca se dan por vencidos, de los poderosos. Es una educación antisabiduría que alimenta la idea absurda de que sólo el éxito conduce a la felicidad. Por el contrario, reconocer la derrota y saber aceptarla es señal de inteligencia.

El sabio no espera nada o muy poco, porque esperar casi siempre está relacionado con la ansiedad. Por lo general, deseamos alcanzar lo que “no conocemos” y quisiéramos gozara más adelante, lo que “no conocemos” y quisiéramos conocer, o lo que “no podemos hacer” y quisiéramos hacerlos. Es la trampa de la esperanza que se instala en la carencia. Es la terrible sensación de que siempre falta algo.

Un aspecto importante de la sabiduría, tal como nos lo enseñaron los estoicos, es precisamente aprender a discernir cuándo se justifica y cuándo no, cuándo hay que insistir y cuándo hay que abandonar el campo de batalla, lo que no significa cobardía, sino prudencia.

¿Y el ideal de la felicidad’ No existe. La felicidad, tal como la entendemos en la cultura industrial occidental, es el deseo de sostener el placer indefinidamente, llámese Paraíso o Nirvana. Es la quimera de la alegría eterna, de la no frustración definitiva y del control total.

Una idea más razonable y práctica de la felicidad supone ubicarla en el aquí y en e ahora y despojarla de esa falsa aureola sacrosanta. ¿Qué significa? Estar feliz mientras hago lo que quiero. Desear lo que tengo o lo que hago, mientras lo tengo y lo hago, disfrutar de lo que no me falta.

Veamos dos situaciones en las que aprender a perder es importante: (a) una relacionada con el dolor y (b) una con el placer.

a) Si no podemos escapar a la adversidad, nos queda Epíteto, “Soporta y abstente”.
b) Si el placer se acaba, dejarlo ir

Pero la mente no se consuela, lo retiene y quiere repetir. Necesita volver a sentir el placer e inventa el apego, que no es otra cosa que la incapacidad de retirarse a tiempo. Aprender a perder significa que cuando lo bueno se acabó, se acabó.

Pensemos en lo que nos cuesta renunciar a probar un buen chocolate ahora para bajar de peso después. Chocolate: bien, placer menor e inmediato. Bajar de peso: bien, placer mayor y diferido.

En otras palabras: “haz lo que quieras si no es dañino ni para ti ni para otros”. El cálculo estoico es, pues, la capacidad de prever las consecuencias de nuestras acciones. Se trata de saber gozar, sin afectar a nadie. Es aprender a relacionarse con el placer y el dolor de una manera menos patológica, ponderando el autocontrol.

Repito una vez más la máxima rectora, inspirada en el estoicismo: dirigir la propia vida en lo que depende de uno (sentido, felicidad, autorrealización) y aceptarla tal cual es cuando no depende de uno (enfermedades, muerte, separación), intentando disminuir la cantidad de dolor que de por sí implica el mero hacho de estar vivo.
Cuando te encuentres ante algún acontecimiento difícil, no obres impulsivamente. Las siguientes preguntas, que son un cruce entre psicología cognitiva y filosofía, pueden servirte como guía antes de tomar decisiones importantes.

¿Mi vida depende de esto, es vital y esencialmente definitivo para mí o para mis seres queridos hallar una solución?
¿Qué sería lo peor que podría pasar? Y si lo peor ocurriera, ¿podría seguir viviendo dignamente pese a todo?
¿El dolor esperado sería realmente insoportable o podría soportarlo con algunas ayudas?
¿Cómo evaluaría yo este mismo evento dentro de un tiempo? ¿Sería igual de vital e importante?
¿Puedo pensarme a mí mismo en una situación aun peor?
¿Puedo desarrollar una estrategia de afrontamiento que no implique un mal mayor mediano lo largo plazo, o en verdad excede mis capacidades?
Debo enfrentarlo de manera activa o debo aceptar lo peor que pudiera sucederme y resignarme a perder con dignidad?

No hay certezas existenciales, no las puede haber sin autoengaño. Por eso hay que habitar la incertidumbre y eliminar la ilusión de control que pregona la cultura.

Los que logran habitar la incertidumbre la pasan bastante bien porque suelen estar por encima de la ansiedad, entienden que un número considerable de eventos escapará a su control y que por lo tanto habrá intentos inútiles y sin futuro.

Acerca del perdón
El tema del perdón es arduo y complejo, sin embargo, me parece conveniente acercarnos al tema, no sólo por la importancia que cobra el perdón en las condiciones de la vida actual del planeta, sino por las implicaciones terapéuticas del mismo en problemas en los que la ira, el rencor y el odio son determinantes, por ejemplo, abuso sexual, maltrato psicológico, violencia intrafamiliar y psicopatía.

1. Qué no es perdonar
a. Perdonar no es absolver. El hecho queda registrado en la historia y por tal razón el pasado siempre está vivo de alguna manera en la memoria.

b. Como consecuencia de lo anterior, perdonar no es olvidar.

c. Perdonar no es otorgar clemencia, porque no ejercemos la función de jueces, al menos en la vida normal de relación. En realidad, todo el proceso que lleva al perdón debe quedar limpio de superioridad respecto del que solicita el perdón.

d. Perdonar no es sentir compasión. La compasión te solidariza con el dolor de la víctima, es una “virtud afectiva”, se trata de sensibilidad, de solidaridad emocional o de contagio, ya que el dolor ajeno nos toca o se refleja a través nuestro. Compasión: compartir el dolor.

e. Perdonar no es renunciar a la justicia. El acto de perdonar no entraña que debamos renunciar a defender nuestros derechos o dejar de luchar por lo que creemos, más bine se trata de no entrar en el juego del odio.

No odiar no es dejar de combatir, sino enfrentar la situación de manera serena. ¿Puedo pelear o defenderme de mis enemigos sin odiarlos? Pienso que sí. De eso se trata el perdón. No es abdicar a la justicia sino ejercerla sin rencor, sin ira, sin aberraciones violentas.

Qué es perdonar
Perdonar es no odiar, es extinguir el rencor y los deseos de venganza. Es negarse a que el resentimiento siga echando raíces.

3. las condiciones del perdón
La mayoría de los autores coinciden en que el perdón requiere de ciertas condiciones:

Solamente la personal ofendida es quien tiene el derecho a perdonar. Ése es le privilegio de la víctima.
El perdón requiere tiempo.

¿Cuánto dura el proceso de perdonar? Nadie sabe. Pero sí sabemos que no es inmediato. Hay que sopesar muchas cosas, hay que pensar razones y darle razones al corazón para que decida.

El perdón sólo se justifica si existe rencor u odio.
¿Debe arrepentirse el ofensor para que haya perdón? No creo. El arrepentimiento facilita el perdón, sin lugar a dudas, pero no es una condición necesaria y suficiente. Condicionar el perdón al arrepentimiento es asumir una estructura autoritaria del perdón.
El error se disculpa, la maldad se perdona. Si no hay intención, sólo hay traspié. “discúlpame “significa:”quítame la culpa”. “Te disculpo”, quiere decir. “Te entiendo, hay atenuantes, hay excusas justificables, no fue tu atención”. ¿Pero qué ocurre si hay “mala voluntad”, si ex profeso alguien me hace daño? ¿Cabe la disculpa o se necesita pasar a otro nivel?

4. Los caminos del perdón
Mi defensa del perdón obedece más a razones psicológicas que espirituales o religiosas. Desde un punto de vista cognitivo, no sólo es un regalo que le hago al infractor, lo cual puede llegar a ser importante desde una perspectiva humanista, sino es un regalo que me hago a mí mismo, en tanto dejo de sufrir. Perdonar es aliviar la carga que me causas el rencor, es dejar mi corazón libre para que vuelva nuevamente a creer y/o amar, es volver al cause natural.

El camino del amor
El amor agápico, desinteresado, no requiere del perdón para subsanar las heridas psicológicas, porque no alberga rencor.
El amor es el antídoto principal contra el rencor y el odio. Sin embargo, cabe la pregunta: ¿es posible amar al enemigo?

El camino de la compasión
Ya dije que compartir el dolor no es perdonar, pero he tratado casos en que de tanto ver sufrir al ofensor, el perdón empieza a gestarse en la víctima.

La compasión es una virtud afectiva donde las razones sobran. Cuando se manifiesta, el dolor del otro puede transformarse a sí mismo en perdón.

El camino de la comprensión
Explicar un comportamiento no es justificarlo. Uno no perdona a fuerza de excusar, pero puede ocurrir que el damnificado de tanto ponerse en el lugar del acusado termine por identificarse mentalmente con él. La comprensión puede preparar el camino para que el corazón dé el vuelco, pero no más.

El camino del desgaste
Hay ocasiones en que el desgaste que genera el rencor es tal, que la persona decide perdonar como un acto de supervivencia.

No hay amor, no compasión, ni comprensión, sólo cansancio esencial. Que se revierte sobre sí mismo: odiar el odio. Es una decisión de la mente dirigida por el organismo. El odio cansa, enferma e incluso puede enloquecer a quien lo padece.
Con o sin arrepentimiento, con o sin requerimiento del trasgresor, el perdón siempre es un proceso personal.

El camino de la comparación
Es una forma de identificación por lo bajo. “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, nos enseño Jesús.
La comparación es un proceso de comprensión pero referido a las similitudes del ofendido con el culpable. El yo se involucra de otra manera. El mecanismo de identificación con el agresor no se hace desde el dolor sino desde la semejanza: “¿Cómo no perdonarte si yo hubiera hecho lo mismo?”

Cunado se trata de perdonar, no importa tanto el camino sino el resultado. Tener un esquema positivo sobre el perdón implica estar dispuesto a no dejarse llevar tan fácilmente por el odio y a intentar terminar con el rencor, si ya está instalado.

Anexo I
APLICACIONES PRÁCTICAS DE LA PARTE I

Señalaré cuatro principios que pueden facilitar el desmonte del egocentrismo mental, incrementar el autoconocimiento y modificar los sesgos cognitivos.

1. Tomar conciencia de que el cambio es importante
Hay que estar comprometido con el proceso del cambio y desearlo desde lo más profundo. Estar consciente de que cualquier transformación supone una dosis de esfuerzo e incomodidad: renunciar al principio del placer ahora para obtener un beneficio mayor después. ¿Disciplina? No cabe duda, pero también motivación.
Sentir que el cambio es necesario y que será útil.
Si aceptas que tu mente de be cambiar, es porque ya no quieres vivir con la mierda hasta el cuello y porque te cansaste de ser un “tonto feliz” rodeado de ignorancia. La gente que decide cambiar de verdad produce revuelo a su alrededor: los amigos se asombran, los conocidos murmuran y los enemigos se mueren de la envidia.
Para cambiar hay que tener “fuerza de voluntad”. Persistir en la racionalidad, enfrentar el miedo a lo desconocido, no escapar ante el primer obstáculo y no perder de vista las ventajas de lo nuevo. El poder de la fuerza de la voluntad incluye:

a) Determinación para cambiar
b) Conocimiento acerca de cómo cambiar
c) Ponerse en acción
d) Persistir en esta acción, incluso cuando es difícil de sobrellevar

Lentificar los procesos e identificarlos
Una vez que hayas aceptado y asumido el compromiso del cambio, debes aprender a identificar los sesgos antes mencionados.

La propuesta es hacer que tu mente vaya más despacio para que puedas ver tu propio desempeño mental, como un relojero que revisa los dispositivos del reloj, minuciosa y atentamente.
Recuerda que la idea en esta fase de reconocimiento no es la modificación de los procesos mentales. Si la mente detecta que deseas modificar sus mecanismos de defensa, ofrecerá resistencia.

3. Reordenar la experiencia alrededor de una creencia negativa escoger
una creencia negativa
Cualquiera que te haga sentir mal y luego observar como la mente hace lo imposible por protegerla y alimentarla.

4. atacar las distorsiones
Si has sido capaz de llegar hasta aquí y superar el apartado anterior, es el momento de enfrentar las distorsiones responsables de tu malestar.

Atacar y calibrar los sesgos atencionales para vencer los sesgos hay que equilibrar la información que procesamos. Por ejemplo, si descubres que tienes un sesgo atencional, debes tratar de analizar las situaciones de manera total, sin dejar por fuera los datos que no te gustan o no te conviene. Si no lo haces, tus conclusiones estarán equivocadas de no ser así, terminaras viendo solamente lo que quieres ver y no lo que es.

La clave es balancear la información y ver todo, lo que te conviene y lo que no te conviene, lo que te gusta y lo que te disgusta.

Atacar y calibrar los sesgos de memoria A veces la memoria nos impide ver las cosas como son. Muchas de nuestras decisiones las tomamos con lo primero que recordamos, así la realidad muestre otra cosa para rescatar los elementos mas adjetivos de tu pasado puedes utilizar dos métodos: el enfrentamiento y la autobservacion hacia atrás. El enfriamiento consiste en no dejarte llevar impulsivamente por el primer material que te llegue a la mente.

Es saludable hacer un alto, quedarse unos instantes en la incertidumbre y aceptar la información contradictoria. Cabeza fría y dudar de la intuición. Enfriar el sistema. De una anécdota no puede inferirse una ley genera.,
La autobservacion hacia atrás es recordar tanto los eventos negativos como los positivos almacenados en la memoria. Obviamente es mucho mas difícil que cualquier otra observación porque la información que tienes guardada sufre alteraciones con el tiempo.

Por ejemplo, si te viene a la cabeza el recuerdo de alguien que te ha despreciado o no te quiere, detén el pensamiento de manera enérgica (¡Stop!) y de inmediato trata de recuperar de tu memoria alguna persona que te haya querido mucho. Si no encuentras a nadie, vuelve a intentarlo. Es prácticamente imposible que nadie te haya querido jamás

Recuerda: no se trata de construir consolaciones idealistas e ingenuas, porque seria otra forma de autoengaño, sino de crear la costumbre de andar por el camino del medio.

Atacar y calibrar los sesgos preceptúales existen, al memos, dos formas de que nuestras percepciones de los hechos sean mas exactas: verificación y explicaciones alternativa. Una de las razones mas frecuentes que nos llevan a realizar interpretaciones erróneas es el apresuramiento o el uso indiscriminado de la intuición emocional es importante para la vida, no debemos exagerar su uso ni beatificarla: la inteligencia racional es tan importante como la inteligencia emocional.

La verificación es importante porque te obligan a repensar las cosas. Antes de llegar a una conclusión definitiva sobre algún tema significativo para otro, vuelve atrás y verifica la premisa de la cual partiste. Revisa y repasa. Cuanto mas practiques la exploración verificativa, mas automático se volverá el procedimiento.

Las explicaciones alternativa te permiten abrir la mente a otras opciones y posibilidades.

Atacar las profecías autorrealizadas cuando estés frente a un problema que se mantiene pese a tus intentos por solucionarlo, hazte tres preguntas: (a) ¿Qué hago yo para que esto sea así? (b) ¿He influido en los resultados negativos? (c) ¿Estoy haciendo trampa?
Atacar las estrategias evitativas/protectoras no hay una manera de atacar la evitación/protección que exponerse, arriesgarse y aguantar la incomodidad del enfrentamiento.

Acepta lo peor que podría pasar. Obviamente, si tu vida no esta en juego, a veces hay que entregarse a la divina providencia (versión católica) y/o al universo (versión oriental). Desdramatizar las situaciones y dejar que la vida obre con su sabiduría. ¿sabes que dicen la mayoría de las personas que han decidido enfrentar sus miedos luego de su primer intento?: “No fue tan horrible”.

Siente el miedo, poco a poco. La evitación te vuelve intolerante a la adrenalina. Tus umbrales bajan y magnificas el temor apenas este se insinúa. Al escapar impides que el organismo se habitué a la emoción del miedo.

La próxima vez que el miedo asome, no lo evites de inmediato, déjalo unos segundos con la plena conciencia de que es incomodo, pero no mortal. Rétalo. Acepta esos instantes con un dejo de dignidad:

Decimos que un miedo es irracional cundo el peligro no es objetivo o es desproporcionado, que evitas: (e) pierdes la posibilidad de desconfirmar y eliminar la creencia responsable de tu malestar, (b) refuerzas el miedo, (c) la resistencia al cambio crece, (d) tu autoestima baja sustancialmente, (e) tu inseguridad se incrementa, (f ) bloqueas tu potencial humano e inhibes tus fortalezas.

Recuerda: si evitas, puede que a corto plazo sientas alivio, pero a mediano o largo plazo solo robustecerás los esquemas responsables del sufrimiento.

Anexo11
PENSAR BIEN: APLICACIONES PRACTICAS DE LA PARTE II

Aunque existen mucha técnicas para modificar pensamiento, solamente señalare algunas de ellas.

1. Registro y autobservación
Cundo tu comportamiento sea inadecuado o sientas malestar emocional, intenta identificar el pensamiento responsable.

Estas cinco preguntas te servirán de guía.
1. ¿Qué ocurrió inmediatamente antes de que el pensamiento tuviera lugar o que lo disparo?

2. ¿Qué paso por mi mente?

3. ¿Qué sentí después del pensamiento?

4· ¿Qué hice o cual fue mi comportamiento posterior al pensamiento?

5. ¿Qué paso después de mi comportamiento?

Si quieres cambiar tu manera de pensar, el primer paso es observar el pensamiento e identificar la relación que él establece con todo el conjunto de hechos que lo rodean.

2. El debate racional/cognitivo
El principal recurso para atacar los pensamiento negativos es la disputa verbal, que implica poner en duda el pensamiento negativo y luego reemplazarlo por otro más aterrizado, racional o adaptativo.
El análisis que hagas para atacar los pensamiento debe tener en cuenta, al menos, tres aspectos:

1. La evidencia empírica del pensamiento, es decir si hay hechos que lo avalen o si sólo es cuestión de imaginación o “sentimientos.

2. La consistencia lógica del pensamiento, es decir, las conclusión ha sido razonable y razonada o si es posible obtener otras explicaciones alternativas de igual.

3. Los efectos pragmáticos del pensamiento, es decir, las consecuencias que la manera
de pensar tiene o tendrá sobre nuestra vida

Tu mente nunca está silenciosa. Si el parloteo es negativo te sentirás mal, si es positivo te sentirás bien, por eso lo que propongo no es acallar la mente, sino encauzarla.

En otras palabras: ser un poco más escéptico frente a tus conclusiones. Cuestiónate: “¿ Realmente estoy en lo cierto?”

Obviamente, no se trata de que pierdas confianza en ti mismo y empieces a preguntarte por todo, sino que cundo un pensamiento te haga sentir mal, lo investigues y lo examines en profundidad. “Inquirir” significa preguntarse, cuestionarse, averiguar. Los datos son contundentes: las personas que se revisan a si misma y se actualizan vive mejor.

El debate empírico
La pregunta clave que debes en este debate es: “¿La evidencia de que dispongo o contradice mi pensamiento?

Cuando buscas activamente la evidencia que sustenta un pensamiento, estás teniendo una actitud valiente y no sumisa frente a la mente. Si haces del debate basado en la evidencia una costumbre, un número considerable de malos pensamientos dejarán de molestarte.

El debate lógico
La pregunta clave que debes hacerte en debate es: ¿cuál es la lógica que estoy utilizando? O ¿Cómo llegué a esta conclusión? La estructura irracional más común en la que se sustenta un pensamiento ilógico suele estar en las premisas falsas y /o en definiciones erróneas de las cuales partimos.

Pensar bien e razonar bien, y para razonar bien hay que ser preciso.

El debate pragmático
Las preguntas que dirigen el debate pragmático son varias: ¿Adónde me llevará esta manera de pensar? ¿De qué forma estos pensamientos podrán ayudarme a tener una vida más placentera y productiva? ¿Qué pasaría si pudiera cambiar mis pensamientos negativos por otros más saludables y funcionales?
El debate pragmático se concentra en ver la utilidad del pensamiento, en sus ventajas y desventajas, a corto y mediano plazo.

El debate pragmático, nos obliga a ubicarnos en un punto razonable. Funciona con una doble motivación: Voy a cambiar, porque esta manera de pensar que me haga crecer como persona y no me genere un sufrimiento inútil”.

3. Detención del pensamiento y distracción
Dos des las estrategias más comunes que pueden llegar a calmar la ansiedad o la depresión ocasionada por los malos pensamientos son la detención del pensamiento y la distracción.

Detención del pensamiento
Los pensamientos se relacionan unos con otros, formando complejas cadenas altamente resistentes al cambio. La tarea consiste en bloquear los primeros eslabones e la cadena de pensamientos para evitar la ideas irracionales.

Distracción
La distracción es un método que podemos aplicar cundo los pensamientos negativos se encuentran en un nivel moderado o incluso para prevenir la aparición de los mismos La distracción depende de los gustos y de la capacidad creativa del sujeto. Podemos distraernos de diferentes maneras: entablando una conversación con alguien, llamando por teléfono, viendo un programa de televisión , haciendo ejercicios extenuantes, leyendo un buen libro o incluso haciendo meditación.

Un ejemplo típico ocurre cuando nos dejamos absorber por una buena película. Durante una hora y media o dos, dejamos de existir para el mundo.

Pensar bien requiere, al menos, de tres procesos básicos:

1. Identificar y controlar las distorsiones cognitivas (sesgos, profecía autorrealizadas y evitación) para ver las cosas como son y disminuir la resistencia al cambio

2. Identificar y eliminar los malos pensamientos responsables de las emociones destructivas y reemplazarlos por pensamiento más adaptativos que incluyan flexibilidad, optimismo, serenidad y moderación.

3. Crear y poner a funcionar esquemas saludables para mejorar la calidad de vida e incrementar la inmunidad a las enfermedades psicológicas.

Pensar bien es entablar un diálogo sostenido y sistemático contigo mismo. Un diálogo que incluya tus experiencias de vida y las relaciones que estableces con los demás y el mundo que te rodea.

Pensar bien es pensar racionalmente, sin descuidar la emoción y los sentimientos.

Ser una persona racional no significa excluir el afecto de tu vida sino integrarlo de manera razonada y razonable. Examinar de manera inteligente lo que piensas y sientes, tomar conciencia de ti mimo, de tu contradicciones, de tu irracionalidad enmascarada. Pero ocurre que no tomamos en serio la tarea. Nos atrae más lo banal y superficial, que lo trascendente. Reflexionar seriamente sobre la mente requiere de una tremenda inversión de energía, una motivación constante y una atención activa. Ganas, deseo y necesidad, todo junto, sin excusas, sin miedo.


Pensar bien es pensar con la menor cantidad posible de sesgos y distorsiones.

Pensar bien es hacer a un lado la ignorancia.

Aunque la felicidad no dependa directamente de la razón, cuando pensamos bien y somos capaces, dependa directamente de la razón, cunado pensamos bien y somos capaces de fundamentar inteligentemente nuestras acciones, un dejo de tranquilidad asoma. Es la alegría que potencia el ser, es la sensación de que estamos obrando a conciencia.
Pensar bien no es sentirse el centro del universo y hacer una apología al egocentrismo y la egolatría.

Somos malos procesadores de la información, ésa es la verdad. Pero al mismo tiempo tenemos a nuestra disposición las herramientas para gestar nuestra propia revolución psicológica y hacer del pensamiento un elemento liberador. La transformación está en tus manos.

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